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26 de octubre de 2011

Tu recuerdo.

Tic-tac, tic-tac...Comienza la cuenta atrás. Comienza en ese momento en que ella baja las escaleras, tan guapa como siempre. Supongo que será que la miro con ojos de enamorado, pero no puedo evitar verla distinta cada día, como si una y otra vez me ocultara algo sólo para sorprenderme más tarde. Y es entonces cuando me mira, y sonríe. A veces incluso baja más rápido para llegar antes al lugar donde espero impaciente. Tic-tac, tic-tac.
Solemos ir andando hasta el kiosco, donde nos sentamos y hablamos sobre como fue la tarde anterior, las clases, y otros temas que van surgiendo con la gente que nos rodea. Buscando un mechero para encender el cigarro de una, robando Jumpers de la bolsa de la otra, haciendo bromas con las revistas que están expuestas a nuestro lado...así pasan los minutos, y cada vez lo escucho más fuerte: tic-tac, tic-tac.
Pero entonces ella me abraza, me besa, me mira y me susurra al oído que me quiere, que la vuelvo loca...y yo como un palurdo sólo se contestar: -yo también a ti-. Tanta elocuencia y sólo esas palabras son capaces de salir de mi boca en un momento en que me gustaría decirla tanto...Que bonito queda decir que ella para el tiempo en ese momento, y que irreal. Más bien parece darle un estímulo para que vaya aún más y más rápido. Tic-tac, tic-tac.
Y se acabó. Antes de que quiera darme cuenta, tiene que irse. Pero el reloj me da algo a cambio. Treinta minutos de felicidad que no se desgastan a lo largo del día, que se acumulan, que me hacen volver una mañana más en busca de mi pequeña pero excitante dosis de ti.
Treinta son los minutos que ella necesita para cambiar sombra por sol. Treinta son los minutos que necesito para verla. Tic-tac, tic-tac.

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